Por ser bautizado con un nombre no católico, Sadhak, mis padrinos de bautizo se inventaron otro nombre en ese momento para que me bautizaran. El padre se lo creyó y de vez en nunca lo uso. Si no, no me hubiera bautizado.
Desde niño no me decían muy bien mi nombre, incluso ahora de mayor, tampoco.
Curioso que es uno…
Se presenta la oportunidad de ir a India, a un congreso mundial de farmacología por 4 días. Me quedé 6 meses. Increíble. Allí, al decir mi nombre, lo escriben con facilidad, aquí tengo que deletrearlo.
Recorrí más de 7 000 kilómetros, visité los mayores y mejores templos, incluso el principal de India, de apenas 90 centímetros de altura y ancho (en los frascos más pequeños, se guardan las mejores esencias, decía mi abuela). Lugar donde las piedras hablan: Hampi.
Participé en un aishram por tres meses. Y unos días después de salir de allí, ya en mi propio apartamento, viví lo que es un satori. Busco las definiciones etimológicas y muchas dicen palabras teóricas.
Según Wikipedia, satori es un momento de no-mente y de presencia total, término japonés que designa la iluminación en el budismo zen.
«El término satori en idioma japonés. La palabra significa literalmente “comprensión”». (Ming Zhen Shakya)
Osho indica que:
El satori puede llegar a ser posible para un gran número de personas porque, a veces, no requiere de ninguna preparación; a veces ocurre por casualidad. Se crea la situación, pero inconscientemente. Hay mucha gente que sabe lo qué es. Puede que no lo conozcan como satori, puede que no lo hayan interpretado como satori, pero lo han conocido. Un gran estallido de amor puede crearlo.
Incluso mediante las drogas químicas, es posible el satori. Es posible con la mescalina, con el LSD, con la marihuana, porque a través de un cambio químico, la mente puede expandirse lo suficiente como para que se dé un vislumbre. Después de todo, todos tenemos cuerpos químicos —la mente y el cuerpo son sistemas químicos— de modo que, también mediante la química, es posible ese vislumbre.
Hay que vivirlo, sentirlo, recordarlo.
Te fusionas con la naturaleza. Sin estar bajo el efecto de ninguna droga. Controlando tu respiración y disfrutando de que estás vivo. Comienzas a fusionarte con el ambiente. Eres uno con la sábana, con la cama, con las paredes, con los árboles, con los pájaros, con las nubes, con el Todo. Y eres Uno.
Satori es el primer paso de tres para llegar a la iluminación o samadhi, pasando por el Nirvana.
No se busca. Te llega, te encuentra.
Después de esa experiencia, vives la vida de otra forma. La sientes de otra forma. Eres otra persona con tu mismo cuerpo. Ya no haces lo mismo de antes.
Invito a los estimados lectores de gAZeta a que cada uno viva esta experiencia de vida. No hay que ir por fuerza a India. Aquí, en los templos sagrados de Guatemaya, encontramos portales energéticos. Y también puede sucederte en tu propia casa, en tu trabajo, solo debes estar consciente de lo que haces.
El tema es satori, pero hago la siguiente aclaración.
El templo de Shiva, que tiene más de 5 mil años de existir, generalmente se confunde con este otro.
Solo hay que caminar unos cuantos kilómetros más y llegamos.
Quien conoce la Esencia, no se pierde
Sadhak Godoy